Hemos
encontrado un manuscrito medieval, aparentemente redactado por un
monje del s. XIII, que narra las aventuras y desventuras de los
Guardianes del Castellar. Sabíamos poco, hasta la fecha, sobre esta
intrigante compañía de pobladores del medievo que, aparentemente,
recorrió amplias distancias para encontrarse con otros grupos de
su misma naturaleza.
Iremos compartiendo fragmentos de este manuscrito conforme vayamos descifrándolos y transcribiéndolos. Comenzamos, de momento, con el Capítulo XVI, ya que los anteriores parecen haberse perdido con el paso de los siglos.
Lo acompañamos a continuación para vuestro disfrute, junto con algunas imágenes que ilustran la historia.
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CAPÍTULO XVI
Del
viaje a la fortaleza de Ciutadilla, el fuego y los seres voladores
Iniciose
aqueste viaje con la llegada al Castillo de una paloma, la cual
portaba un mensaje de la Compañía de Arquers del Rei Jaume,
convidándoles a asistir a su XI Encuentro de Grupos, en
la preciosa localidad de Ciutadilla. Conscientes de que por aquellos
lares no es permitido el pernoctar en gran salón comunal -como
habían acostumbrado -, decidiéronse, como ya relatamos, a preparar
un pequeño campamento en el que intentar hacer sus días fuera de la
fortaleza lo más agradables posible.
Ya
con todos los aparejos listos, llegó el 3 de mayo, día de ponerse
en camino hacia el destino. Una vez más, lamentablemente, la
intendencia del castillo obligó a la compañía a realizar el viaje
en dos grupos, marchando una parte el viernes por la noche y el resto
el sábado por la mañana.
Llegada,
pues, la primera parte del contingente, dispusiéronse a instalar la
tienda y el mobiliario y, para hacer ver que la zona estaba ahora
habitada por la compañía, procediose al clavado del palón del
Castellar junto a la entrada de la tienda. Realizose todo ello bajo
la atenta mirada de un extraño ser volador (quizá dragón
-comentaban unos-, quizá demonio -espetaban otros).
Castillo de Ciutadilla al atardecer. |
Tras
rematar esta ardua faena -con mayor habilidad de la mostrada en el
ensayo previo-, y a medias entre la luz del ocaso y la de una
linterna (también fabricada por los artesanos para la ocasión),
procedieron a tomar la cena, elaborada en las cocinas castellarinas.
Acostose luego la señora sin tardanza, pues estaba exhausta tras el
largo viaje y las consiguientes labores desempeñadas aquel día. El
señor Garcés y Horiulfo dirigiéronse, por su parte, a la taberna,
do cenaba todavía gran parte de los concurrentes al evento y do,
posteriormente, tuvo lugar una demostración de oscuras artes y
sortilegios por parte de dos de los anfitriones. Por no mostrarse
descorteses tras la invitación, y pese al evidente componente
herético, decidieron no denunciar el evento ante las autoridades
eclesiásticas, uniéndose así al resto de asistentes en sus
aplausos. Sirviéronse también de esta ocasión para departir
brevemente con viejos amigos y retiráronse temprano a sus aposentos,
amenizando su marcha con ingeniosos juegos de sombras que adornaban
el exterior de su tienda.
Ya
en la mañana, con el ánimo revigorizado merced a un sabroso
bizcocho, encamináronse al centro de la Villa, do había de tener
lugar la inauguración oficial del encuentro y el subsiguiente
pasacalles. Debieron de apresurarse, pero lograron, aunque por un
corto margen, unirse a tiempo la comitiva.
Una
vez que el desfile hubo terminado, adentráronse en la Iglesia y
tomaron asiento para presenciar el concierto que los Joglars
de Ripollet iban a interpretar a continuación. Fue éste un
espectáculo digno de nobles palacios y grandes castillos, en el que
la maestría con añafiles, rabeles, tambores y otros ingenios
musicales fue solo comparable al dulce canto de los artistas.
De
vuelta a las dependencias del castillo, sin tiempo que perder,
asistieron a la presentación oficial de los grupos participantes. Y
a renglón seguido, ya con la comitiva al completo tras la llegada
del capitán de la guardia y una de las doncellas, sentáronse en
torno a la mesa de la cantina junto con gentes llegadas de casi todos
los territorios de la Corona.
La tarde aguardaba con una intensa agenda, especialmente para el Señor Garcés y Antonio, que debían tomar parte en la batalla, junto al castillo, para hacer frente a las hordas vikingas y a sus temibles berserkers. Fue una lucha sin cuartel, durante la cual las tropas cristianas se vieron mermadas por el abandono de los mercenarios almogávares que, al grito de “torna chunta”, alcanzaron un acuerdo más beneficioso con el bando nórdico, pasando así a integrar sus fuerzas. También Horiulfo integró el contingente cristiano en la retaguardia, si bien su apoyo fue más bien moral.
El Señor Garcés y Antonio (Capitán de la Guardia) listos para la batalla. |
Se
acercaba lentamente la hora marcada para el desfile de antorchas
desde la Villa, pero aún había tiempo para que Don Lope y Doña
María, acompañados por Horiulfo, asistiesen a la interesantísima
conferencia sobre numismática medieval que la Compañía Almogávar
de Çaragoça había organizado.
Quedó
así el tiempo justo, antes de cenar, para que el Señor y la Señora
pudiesen departir durante unos momentos con los maestros cetreros y
ser retratados junto a uno de sus bellos ejemplares.
Uniéronse
los Guardianes del Castellar, tras la preceptiva cena, a la comitiva
del desfile de antorchas que, en su recorrido hasta el recinto
amurallado, sirvió de preludio al solemne juicio en el que varias
mujeres debían hacer frente a acusaciones de brujería. Ante la
atenta mirada de todos los presentes, una de ellas fue declarada
culpable y condenada a morir quemada. Aplicose la sentencia de manera
inmediata, mostrando a los allí reunidos las consecuencias de
alejarse de los designios de Dios, Nuestro Señor.
Fue
Horiulfo el primero en levantarse en la mañana del domingo. Mas
estando el campamento en silencio y dirigiéndose él al ejercicio de
sus tareas, observó de nuevo a los extraños seres voladores que ya
apareciesen sobre sus cabezas en la noche del viernes. Tras algunos
minutos de observación, y determinado a ahuyentar a aquellas
criaturas que perturbaban el descanso de su Señor, tomó su pica y
la blandió amenazadoramente en dirección a ellas. No sabemos si fue
por causa de esto o por mera casualidad, pero contaban los testigos
que los monstruos desaparecieron casi de inmediato, como por ensalmo.
Quisieron
los Arquers del Rei Jaume agasajar al Señor Garcés
con actividades de entretenimiento y, acabado el desayuno,
dispusieron lo necesario para iniciar un campeonato de tiro con arco
frente a la puerta misma de su tienda, para su disfrute personal.
Preparación del campeonato de tiro con arco. |
Aproximose
de esta forma el final del encuentro, rematado por una ineludible
visita a los mercaderes. No quedaba, pues, más que la despedida de
los Guardianes del Castellar de todos aquellos con los que habían
compartido campamento, mesa y batalla durante aquestos 2 días.
Mención especial merece la Compañía de Arquers del Rei
Jaume, a quienes hicieron entrega de una reproducción de la
puerta de acceso a la fortaleza del Castellar, en señal de
agradecimiento.
Cargáronse
todos los enseres en el carruaje e iniciaron la ruta de regreso,
añadido al equipaje nuevos amigos y experiencias que ocuparían sus
pensamientos hasta el próximo encuentro.
Imagen grupal de la comitiva de los Guardianes del Castellar. |
P.S.:
El viaje de retorno estuvo marcado por una rara maldición que
afectaba a los muebles fijados al carruaje; pero esa ya es otra
historia....